martes, octubre 31, 2006

Demasiado tangible para ser pesimismo

(♪Línea 1, Los Planetas♪)

He salido de casa a las 9 de la mañana y estoy de vuelta pasadas las 10 de la noche. Un día de esos largos, de los que te hacen suspirar la noche anterior, y de nuevo ahora, al pasar por la puertecita de mi pequeño refugio. Nunca fue tan acertado el decidir vivir solo.

Estoy asqueado, sudado, cansado, y tengo sueño. Me mataría tener que hacerme una cena decente. Y por desgracia, no son todas estas cosas el peso más grande que llevo encima.

Lo que de verdad no me deja sonreir ahora mismo es algo mucho más imponente, importante e intransigente. Es la cruda consciencia que otorga un día como este. Y no me vale agarrarme al viaje que hice en verano ni a las lágrimas de amistad que derramaré espero en algún momento.

La chica que veo desde la ventana nunca creería que sólo quiero hablar con ella. Contarle todo esto. Decirle que no la quiero. Sería imposible conseguir que subiera. Explicarle que todo esto es mucho más rotundo y no deja lugar a dudas. Que todos vosotros os desintegrais a mi alrededor y no me valeis de nada.

Los olores que percibo no tendrían valor si no hubiera un recuerdo al que asociarlos, y eso me hace dudar de la evocación que son capaces de provocar. Lo mismo sucede, por tanto, con los buenos momentos que he pasado con algunos de vosotros. Ahora mismo se me escapan entre las manos y no tengo fuerzas para cerrarlas.

Es en estos momentos cuando que no haya nadie en casa resulta imprescindible. Y que no me vengan con cuentos. Primero hay que sentirse así varias veces, sin asustarse, y entonces ya veremos quien es capaz de volver a creer en el amor como lo había hecho hasta ahora. A ver quien no duda que tener hijos es una desgracia. Y aseguro que a partir de aquí viajar supondrá algo diferente, los amigos ya no serán nunca lo mismo, y de esta misma manera, sin prisa pero sin pausa, de acuerdo con nuestro ritmo vital, todos nuestros castillos se irán desmoronando piedra a piedra, gota a gota, día a día.

Por suerte o por desgracia, moriremos antes de que no quede nada en pie.

lunes, octubre 30, 2006

Piedra-papel-tijera-pegamento

Es lunes de madrugada, y a las 12:30 tengo que corregir Proyectos. Estoy haciendo una maqueta. El casco antiguo de Lleida es el emplazamiento. El programa: una biblioteca, 3000 m2 de vivienda, 50 aparcamientos para coches y reordenar el espacio público que conecta la parte alta con el eje comercial de la ciudad.
Aquí hay mucha tela que cortar. Aproximadamente el primer tercio lo ocuparán las ideas, las intenciones, primeras maquetas, el embrión del proyecto. Los otros dos se irán en dibujar planos, detalles constructivos, cumplir normativas, autocad, 3dstudio y fotoshop. Por eso mismo me pregunto cual es mi conclusión acerca de esta carrera después de 4 años y medio.
Definición de arquitectura es mejor no creerse ninguna. Normalmente no dicen mentiras, pero hacen aquello de contarte sólo lo que me interesa, o lo que es peor aún, las más inocentes, todo esto que ves. Y esta seguridad en sí mism@s, es la que permite que un arquitect@ vaya de div@. Algo que nunca comprenderé. No tanto el que lo hagan, sino el que alguien se lo proporcione.
La definición más sintética y potente que he encontrado hasta el momento (sólo hasta el momento), es la que da título a un libro que una buena amiga que leerá esto hace 2 años que no me devuelve: Arquitectura, escenario para la vida.
Esta definición da cabida a todo lo que uno se pueda imaginar como arquitectónico. Es una definición que no se moja. Desde el Partenón hasta la estación espacial internacional, desde los rascacielos hasta la caja de cartón de un vagabundo, desde Bofill hasta Pallasmaa. Y a parte de esto, todos los otros rincones del planeta generados por el humano, combinados con todas las concepciones de vida que se nos ocurran.
Si no me da la gana, no leeré un libro de Ben Clark en la vida; o no asistiré nunca a un musical donde participe el londinense Adrián Gas; o nunca me pondré los auriculares para reproducir una melodía del Tercer Espada. Y simplemente no formará parte de mi vida. Pero todo lo que hagáis de aquí a que os muráis, e incluso lo que haréis una vez muertos, sucederá en algún lugar. Todo. Absolutamente todo.
Si alguien tiene algo que rebatir respecto a este tema, por favor, que me escriba un e-mail porque lo considero muy interesante de antemano.
Con esto no quiero decir que la arquitectura esté por encima de cualquier otro arte, sino más bien lo contrario. Está arrinconada por la concepción intrínseca de espacio artificial. No vuela porque tiene una lacra de la que no se despojará hasta que se separe de la construcción en los términos más burdos, técnicos, ingenieriles y capitalistas. Hasta que no se invente una palabra nueva que la defina, y evite malentendidos con la gente que modificaría este párrafo para decir que la arquitectura ha de contener la construcción, la economía, y otras garrapatas similares. Todo esto la convierte en un reptil.
Si no estamos de acuerdo puede que todo vaya bien. Pero para seguir deberíamos coincidir en que hay escritos, músicas o edificios que no se consideran artísticos. (Y molesta pronunciar este adjetivo. Tanto como el sustantivo)
Lo que intento transmitir es que la arquitectura no se enfrenta sólo a bisbales o bucayes (los hay que no se compran la entrada para ver en directo al primero, y a los que los libros de autoayuda del segundo no le echan más que una mano al cuello), sino que esto se alía con la característica esencial de que aquí pilla todo el mundo.
La poesía, ah! la poesía…eso sí es un equipo. Todos locos, todos solos, enamorados o no, todos con el mismo chándal, y de fiesta en un tupperware.
Pero en la arquitectura es diferente. Se dice que es una carrera a caballo entre ingeniería y arte. Y yo digo que eso es mentira. Que es imposible. Que eso es lo que decimos nosotros cuando entramos en la Escuela y no tenemos ni puta idea de la carrera en la que nos hemos metido. Y que cuando la acabamos eso sólo lo siguen pensando los que se han dormido en la mejor parte de la peli, los que pensarán en términos de acero, normativa y productividad.
Ellos tiran para un lado, hacia su cuba, con máquinas potentes y precisas. Embebiendo sus cráneos en hormigón. Tapándose así los oídos.
Los que tomaron café antes de entrar al cine hacen lo que pueden en sentido contrario, sin tiempo ni ganas para pelear, estirando a pulso, con un par de guantes por cabeza, sin ni siquiera poder justificar del todo a sí mismos su posición en la butaca.
A todo esto el caballo está hasta los cojones, y en la última reunión pidió por favor la invención de un nuevo término que resuelva el conflicto.
Nos ha parecido razonable su propuesta.
De esta manera la anciana arquitectura pasaría a tener una definición más concreta, y representaría la imprescindible y honrada o corrupta labor de ingenieros, urbanistas, constructores y alcaldes. Por otro lado la recién nacida podría crecer en un ambiente propicio para desarrollar sus facultades bajo la tutela de sus nuevos padres adoptivos. Aunque ante la duda de quien debería recibir la custodia, lo más justo sería jugarlo a piedra-papel-tijera.
Yo personalmente preferiría quedarme con el nuevo palabro en gestación, y si puede ser antes de que pase como con el arco iris, que se lo agenciaron gays y lesbianas sin avisar y a mí me había gustado de toda la vida.

(De interés para la prensa rosa: el parto tendrá lugar mucho, muuuuucho después de los 9 meses habituales)

viernes, octubre 27, 2006

Había una vez...



Una vez había. No por eso ya no habrá. De hecho antes estaba allí seguro. Pero ahora no se sabe. O mejor dicho: yo no lo sé.

Si aún estuviera en el mismo lugar sería bonito. Iría para verlo. Para volverlo a ver. Lo miraría como siempre. Delicado, suave, sedoso, puro. Lo acariciaría.

Pero lo más probable es que acabara viéndolo diferente. El tacto sería por lo menos extraño. Eso creo. Porque antes nunca quise volver para asegurarme, ya que nunca me había ido. Y en la ida no giré la cabeza. De esa manera lo recordaría mejor, pensé. Pues sería el recuerdo desde la distancia; y así es como lo quería, difuso. Volver y verlo diferente decepcionaría, y como nunca iba a ser de otra forma, ya lo había decidido: No iré nunca. Lloraré, lo sé, recordando y soñando con ello. Pero nunca iré. Nunca.

La vida lo atropelló todo.

Y en el mundo con el que me quedo, sin poder haber hecho nada, los niños no corren. La luz sólo reproduce el color sepia. La gente no es, porque nunca existió tampoco. En sus casas se amontona el polvo. Sobre sus libros a medio leer sus sueños a medio conseguir, como sus vidas…Y la única cabina de teléfono que existe suena a veces, aunque nadie descuelga porque no habrá nadie a quien responder. Sin embargo, sale humo de las chimeneas. Los platos se acumulan en la cocina, y yo me masturbo por las esquinas.

El amanecer coincide con el atardecer. Esto me tiene totalmente desorientado, pero no me asusta, ni me preocupa. Desde que acepté que esto era así, no de una manera concreta, sino lioso y cambiante, mi día a día resulta más facil.

(Sólo yo en el mundo estoy pensando en esto, ahora)

Un saludo a todos los que conocéis este lugar. Suerte!

jueves, octubre 26, 2006

Historia de un pequeño momento

(♪untitled 1, Sigur Ros♪)



Y comía solo en su pequeño refugio, una rácana lata de atún, acompañada con pan de ayer (paradójicamente con un cubierto de Ikea), porque así vivía. Y vivía así porque no podía estar tan equivocado si lloraba haciéndolo. Sólo por estarlo haciendo.
Y ya no era fácil de emocionar, ni de sorprender, ni de ilusionar... Muestra de ello es que para emocionarse necesitaba algo tan difícil como ir solo en un autobús lleno de gente, volviendo de alguna experiencia desagradable con desgraciados, que en el lugar del crimen sólo él había advertido, mientras todos los presentes reían ajenos a que tenían delante suyo sus propios cadáveres, desgarrados y reventados unos, y pacíficamente dormidos con gas otros. Pero todos al fin y al cabo estaban muertos y esparcidos por el suelo, y poca distinción merecían entre ellos. La escena era dramática; y como la voz de un niño en una película de terror, o la cara sonriente de un payaso entre la oscuridad, que los muertos hicieran vida normal, le cortaba la respiración y le angustiaba…
Pero de repente se daba cuenta de que estaba en la mejor parte de una canción de 12 minutos y pico, y se le escapaba una lágrima que al llegar a la boca construía una pequeña sonrisa, en ese mismo autobús, habiendo pasado 4 o 5 paradas entre las que podría haber estado la suya, igual de indiferente que las demás. Y daba gracias a algo por ser consciente de todo eso, y saber que era capaz de escribirlo, reconociendo que no era mérito, sino suerte.

Esto no es un final feliz, sino el principio triste de algo.

miércoles, octubre 25, 2006

Parchís humano


Ya pasó la época en la que nuestros amigos resultaban totalmente azarosos. Naciste en un país aleatorio, en una ciudad aleatoria, y acabaste en un colegio o no, y luego harías muchas cosas con tu vida. O no.

Hasta entonces los amigos llegaron por imposición divina. Y todos eran buenos. Y con todos lo pasaste bien. Pero ahora ya no es así.

Esto es como un parchís humano, enorme, de casillas limitadas a tu tiempo vital.
Aunque algunos no lo quieran así, a esto no se juega por parejas, ni por grupos, ni mucho menos por países ni naciones…

Se está sólo y cada uno somos un color. Todos y cada uno de los humanos participan. Sólo que la mayoría está esperando el cinco que probablemente nunca llegue.

Una diferencia con el parchís tradicional es que cuando te comen cuentan 20, pero tú decides si te vas a casa o retrocedes un número determinado de casillas, que resulta de una complicada ecuación con múltiples soluciones donde el número de variables es variable.

El blanco y el negro no son colores propiamente. El color es un efecto fisiológico producido en la retina por la luz. (Roselló Montelongo, Antonio)
Yo añado que el transparente tampoco se considera color. Es el no efecto fisiológico en nuestra retina producido por la luz.

Los amigos de la infancia básicamente y en principio ahora forman tres grupos. El primero, el transparente, son aquellos de los que no sabes nada. Ni siquiera el correo (electrónico). De repente uno de ellos muere. Había muerto ya en tu memoria, y de hecho, resucita en ella porque muere en el mundo real.

El blanco (podría ser negro, pero por nuestra educación el blanco resulta más práctico para la asociación) son aquellos que aunque te fueron impuestos por el azar, te congratulas de que así fuera. Si tienes suerte de estar en la misma ciudad tomas cerveza con ellos. Si no es así alguna vez te llamas o no, alguna vez te escribes o no, o alguna vez les visitas o no. El sí o el no carece de importancia aquí.

El grupo de los negros (podrían ser blancos también), son aquellos ah-migos que prácticamente hacen función de ene-migos. Luego tienen también un color asociado para jugar al parchís, como todos, pero estos suelen ser de aquellos que entretenidos con un coche de juguete o una muñeca chochona esperan que alguien les avise de que su cinco ya salió, que no estuvieron atentos, y que tienen que esperar otra ronda. Otra ronda supondría 9.000 millones de tiradas más. Por tanto suelen morir antes de que les llegue. De todas maneras, en este momento, considero que no dejan de ser amigos de la infancia. Esto les proporciona ciertos privilegios que todavía desconozco, y que no estoy en condiciones de denegar.

Combinando estos elementos obtenemos la escala de los grises, donde están los que de repente felicitan el día del cumpleaños, organizan viajes por los tiempos pasados, te dicen te iba a haber llamado, y complejas formaciones verbales de este estilo…

Mientras escribía esto vosotros lanzabais los dados y movíais las fichas. Ahora son las 10:08 y me tengo que marchar. Me ha llegado el turno y tengo que procurarme un número alto. En ocasiones, mientras avanzo, reconozco un color blanquecino, y en vez de comer, pego un lametón y me olvido de contar 20. Por suerte algunas personas me reconocen a mí también en medio de esta orgía cromática.

martes, octubre 24, 2006

Aclaración de emocionante

(♪On the other side, The Strokes♪)


En el post de ayer comenté, no sin cuidado, que algo me había emocionado.
Es delicado este tema. Bastante. Porque podríamos entrar a discutir qué significa emoción para cada uno de nosotros, y luego quiénes de nosotros razonan eso de una manera coherente. Porque no todos seriamos capaces.
Como dice Savater no todas las opiniones son respetables. Por supuesto que no. Sólo faltaría.
Cuando dije que algo me había emocionado, quise decir que me resultó emocionante. Y ya estamos otra vez con la misma discusión, eterna, para ver si aclaramos lo que quiere decir emoción para cada uno de nosotros, acerca de si emocionante es bastante preciso o no, o infinitas precisiones más…
Como todo esto sería imposible de discutir en formato blog, aclararé lo que significa emocionante para mí con unos ejemplos:

Emocionante es volver a casa, después de tres meses, y ver como unos hijos de puta están destrozando tu isla.

Emocionante es sentir la multitud en una manifestación, sea de lo que sea, que tú consideres justa.

Emocionante es el abuelo que se muere.

Emocionante es escuchar una canción de tu infancia, desgarradora y desfigurada.

Ver a un niño en el autobús, llorando, gritando, pataleando…y que te de asco. Y darte asco a ti mismo; o emborracharte y odiar a todos, a todo, y después a ti mismo, por odiarlos a ellos (The Strokes)

Escuchar un instrumento musical de cerca, por primera vez.

Drogarse, pervertirse, prostituirse…las primeras veces, cuando aún estás fuera de lugar, nada es rutinario y nada te ata.

Emocionante es morir como Mishima, destripado en público, y que fruto de tu poca destreza, un amigo tuyo intente decapitarte hasta 5 veces, para después hacer lo mismo.

Sería emocionante acuchillar un cuerpo humano.

Es emocionante volver al pueblo, y ver que la Crisanta ya no va a casa de la Ilu, porque desde que murió el Severiano ya nada es lo mismo. (Nadie lo sabe pero el Severiano metía mano a la Sonia, la hija de Ilu). Desde hace dos años la Crisanta va en silla de ruedas. Prácticamente no sale de casa. Ni siquiera se mueve. Pero cada vez que me ve derrama una lágrima, y me pregunta por el internet ese…

También me resulta emocionante la caja de colores Alpino.

Espero haberlo aclarado un poco

lunes, octubre 23, 2006

Vuelve BomBomChip!!!

(♪Für Elise, Ludwig Van♪)

Se agolpan a las puertas del Liceo. Ellos dicen que no es lo mismo. Que no se puede comparar con un grupo de doceañeras esperando un concierto de BomBomChip, ni con esas mismas niñas, 7 u 8 años después, borrachas de cerveza en las “puertas” de Fórum de les Cultures, esperando al primero de los tres días de festival veraniego.
Pero yo pienso, un par de meses después de mi primer festival, que es exactamente lo mismo. Que el fondo está igual de vacío, sólo que quizá sea peor seguir haciendo este tipo de cosas a los 40 o 50 años. Pero claro, a esa edad ya se ha cargado uno de tanta mentira a cuestas que sus huesos han absorbido todo lo que goteaba de sus roñosos sacos de mugre y contratos, facturas y anillos, por las grietas resecas de sus lumbares. Mentiras familiares asoman por cada cajón. Sonrisas postizas. Alopecia y celulitis. Infidelidades a gritos silenciosos, impotentes, resignados, castrados. Sábados por la tarde de pipas, bingo, películas malas y cabezadas. Domingo de compromiso. Lunes, martes, miércoles y jueves inexistentes. Pero este viernes Mozart resucita. Toca Liceo. Traje, coche de lujo y butaca en el cementerio mental de sus fosas comunes consentidas e inconscientes.
Luz cálida. Moqueta en el suelo. Ni siquiera las cortinas rojas tienen una sola mancha. El piano afinado con precisión para que el pianista toque para ellos. Y él les hará el favor, pues tiene que comer. Sobre el atril inútilmente dorado la pieza perfecta, y ellos dispuestos a que su cerebro finja cómo disfrutan, para en verdad mirar más de reojo el panorama que así mismos y a lo que están haciendo. Para en verdad respirar hondo tras la imagen que exhiben. Con olor aún de champú y colonia cara, lo importante es fingir, pero eso ellos no lo saben. Sólo lo llevan a cabo. Entonces llega el momento álgido de la noche. El “subidón”, como dirían ellos, imitándonos a nosotros. Momento etiquetado de sublime o memorable. Al igual, por supuesto, que el estribillo del grupo de rock (and roll, do you believe in?). Guitarras o violines, baterias o pianos, tejanos o corbatas, cervezas o baileys. Da igual. Los mayores acomodados, y los jóvenes por acomodar.
Entonces pienso que no se trata de la edad, ni tan solo del tipo de música.
Resulta que lo que más me emocionó, más que BomBomChip, el festival de verano entero, y Sigur Ros en directo juntos, fue un compañero de universidad, tocando un piano desafinado y cometiendo fallos que prácticamente ni percibí, en una sala que ni mucho menos era de música, prácticamente sin luz, un jueves a las seis menos cuarto de la tarde.
Como los arquitectos racionalistas de primera mitad de siglo XX, los que llevaban la voz cantante se preocuparon de diseccionarlo todo, limpiarlo, y tenderlo a secar separado por categorías. A la hora de generar su producto, lo tenían todo tan claro, lo querían todo tan impecable, que no quisieron volver a complicarse. Se olvidaron que de esa complicación surge algo que no se puede controlar, que es lo que da vida a las ciudades, a las vidas de las personas, a las personas de verdad, que viven interiorizando esa parte de imperfección, que aprecian ese ingrediente imposible de sintetizar químicamente, mezcla de azar, vida, historia, noche…
Ayer busqué a ciegas la fórmula. Me compré un patinete de segunda mano por 5,99 euros.
Lamento decir que he fracasado en el intento.

domingo, octubre 22, 2006

Domingo, primer día de la semana


Un domingo es un buen día para comenzar un blog. Semana nueva, vida nueva. O algo así. Empiezo este experimento con dudas, lógicamente. Con dudas primero sobre mí mismo. No por si lo voy a mantener, porque eso no depende en absoluto de mí. Sino por si voy a querer seguir manteniéndolo.

Esto tampoco depende de mí, pero de alguna manera lo noto más conectado a mi cerebro, y creo que tengo cierta capacidad de decisión en ese aspecto.

También tengo dudas respecto al resto, respecto a vosotros. A la imprevisible red. Respecto a cómo esta comunicación se va a realizar. Y eso es parte de la investigación. Me interesa descubrirlo en carne propia.
El otro día hablaba con una persona, que tiene un blog, que me dijo que lo intentara. Y creí que le entendía cuando me explicaba lo que ganas y lo que pierdes en esto. Por suerte lo que puedes perder no es muy grande, pero de lo que puedes ganar no me hice una idea hasta que no me puse a escribir un par de líneas, pensando que ésas ya eran para el blog. De la exposición que eso supone. De la genial exposición. Del saber que en Japón podrían leer estas cosas, allí, ahora, aunque no lo vayan a hacer, pero podrían. Esa arma tiene mucha fuerza hoy en día en nuestra realidad. Ese “pero podría…” es de doble filo. Como podría y soy consciente, estoy tranquilo. Pero precisamente porque podría también hacer un millón de cosas más, por cada una que escojo dejó miles en la cuneta. Es como cuando te sacas el carnet de conducir. Nunca irás a China en coche. Y mucho menos pasando por Finlandia, bajando luego hasta Sudáfrica y pasando por Azerbayán. Pero si quisieras…


Pienso en mis amigos, los más cercanos, los primeros en leer estas líneas. Entonces sonrío.
Pienso también en los amigos de esos amigos, los que conozco y los que no. Y de todos estos pienso en los que leerán esto y sientan que me conocen, que me entienden, estén de acuerdo o no. Este blog es primero para mí. Después para ellos.
Hay otro grupo de personas que lo leerán, y con un par de veces les bastará para decidir que no hacia falta agregar esta dirección a sus favoritos. Aquí habrá los que me conozcan y los que no. Yo desconozco por igual a estos primeros y a los segundos. Pasa mucho, esto de conocer alguien y no reconocerlo. De mirar en la cara de alguien la zona que corresponde normalmente a los ojos y ver una especie de mancha negra (o blanca a veces) que no dice nada, que no se identifica, que no se defiende, que no lo hace ni consigo misma. Que es muda. Que se podría decir que está muerta, si no fuera porque de vez en cuando parpadea.
He olvidado las personas que leerán esto y que no les interesará, pero que tendrán toda la razón del mundo.
Hay también personas que les guste o no, les interese o no, no lo leerán. Estos casos son como la libreta que perdí. Una libreta pequeña, que llevaba siempre encima. En ella apuntaba todo lo que consideraba importante (tengo muy mala memoria), y lo clasificaba con unos pequeños iconos que separaban los datos en Películas, Música, Libros, Ideas a desarrollar, Temas a investigar, Personajes…Estaba a punto de terminarla. Pensaba pasar a limpio todas las cosas en folios por categorías, y me tranquilizaba pensar en el trabajo que había en esa libreta. Porque es importante tener trabajo de ese tipo. Pero un día de repente la perdí y no se dónde. Pues bien. Estas personas me sugieren algo similar a la pérdida de la libreta. Podía haber mucho jugo, podrían ser todo tonterías, podría redireccionar alguna parte de mi vida, o todo esto podría haber resultado una pérdida de tiempo. No sé. No lo sé. No se nada, porque ni me acuerdo. Pufff. Adiós. Ni eso. Humo. Agua fría. Ya está…
Pienso en mi familia, en mi padre, en mi madre, en mi hermana, en mis abuelos, en mis primos… que posiblemente nunca lean esto.
Pienso en mis perros, que aseguro que nunca lo leeran.
Y pienso en que seguramente me deje algunos grupos.
Menos mal que siento que no pasa nada. Que por casi todo, no pasa nada. Que sucede y punto. Que lo vivo y punto.

Punto.

De lunes a viernes (más o menos), abro mi oreja derecha para que paseis, deis una vuelta por mi cabeza y salgais por la izquierda.

Un saludo a todos y bienvenidos

jesús

sábado, octubre 21, 2006

Pequeño Manifiesto Inicial


NO sabía que significaba la palabra blog hasta que ayer, de pura casualidad, entré en una página en la que lo explicaba, y así como quien no quiere la cosa, decidí hacerme uno. Por tanto se me ocurrió a mí solito.

NO conozco a ninguna persona que pudiera admirar o respetar, cuya posesión previa de un blog me haya incitado a crear este experimentoconmigomismo

NO creo que los blogs puedan servir como experimentos para la investigación no tan solo de las formas contemporáneas de comunicación global, sino también de cómo estas están variando nuestra concepción de la ciber-realidad, y por tanto, de la realidad.