miércoles, febrero 28, 2007

Gotas de ceniza

(♪ falling in love of a dead boy, anthony and the johnsons o manuel villena ♪)

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Lo mejor que puede hacer uno con su vida es lograr un par de cosas, la victoria del egoísta o la ayuda del solidario. Y aparte de esto, sentar las bases de algo nuevo. Retorcer alguna tuerca. Proponer válvulas expectantes, aún por estrenar.

Para que esto se reconozca, para hacerlo también uno mismo, es necesario lidiar con las ataduras *. Aterciopelar los engranajes. Inyectarles algo de aceite. Porque esto son precisamente cosas como el amor. O la familia. Correas de un mecanismo personal. Nunca fines en sí mismos.

Todo esto se aglomera de manera bastante agradable si uno es respetuoso. Con su vida y con las otras. Se consigue así como mínimo ser bastante normal y mediocre.

Y esta enorme maquinaria finaliza en una cinta. Automática, por supuesto. Y tu vida es un paquete, revestido con tela de interior de ataúd.

Cuando llega el final de esta cinta no hay manos. No hay cajas. No hay camión. No hay fábrica. No hay tierra. No hay Tierra. No hay nada.

Sólo cae
................s.

Y ves como la parte de goma en la que eras transportado que estaba en contacto directo contigo, gira bruscamente, hacia abajo, 180 grados. Y observas como avanza. Hacia atrás. Tú alejándote de ella.

Y esto es todo. Según esta intuición

La verdad sólo se desvela al final. Si es que da tiempo a oírla. Inmerso en el escalofriante y eterno zumbido de la caída.

* se han tenido que omitir las malas, de manera que el proceso resultara creíble y optimista

jueves, febrero 22, 2007

Good morning to everyone

A mi, personalmente, me dan asco las mañanas. Al menos las de la gran ciudad.

Más aún si hablamos de esas horas intempestivas de entre las 7 y las 10. Justo cuando amanece el cemento. Cuando se mezclan en el metro todas colonias y champuses del mundo. Y todos las bostezos y legañas.

No soporto esas caras, dormidas con ojos abiertos. Tapando la parte frontal de la caja que contiene un cerebro que aún sólo sabe que va, y no está muy seguro de a dónde. Sabe que tiene prisa. Que llega tarde. O que hoy han muerto 70 personas más en Irak.

Y los duros son los casos en los que realmente no hay otra opción.

Todo esto nos caracteriza. Así se nos estudiará en los libros, dentro de un par de siglos:

Los habitantes de las primeras ciudades salvajes pasaban un período de suspensión mental de 7 a 10 de la mañana. Más tarde, empezaban ya a pensar en algo. En que este trabajo no me gusta. O en que coño hago en esta ciudad. Pero no dejaban nunca de formar parte de la maquinaria. Tenían sueños artificiales, y objetivos plastificados, envasados al vacío. Esperaban el fin de semana como eso mejor del mes, y el mes de vacaciones como eso mejor del año. Eran inconscientes, por mucho que leyeran la prensa gratuita, que cada día morían 70 personas en Irak.

Y así no se puede vivir. Porque eso es supervivencia. Y para poder arreglar esto que critico no hace falta la lotería. Otra pieza más del camino somnoliento.

De hecho, no hace falta el dinero. No más del justo para vivir. Y no depende ni siquiera del trabajo, lo que uno hace para tener pan cada día.

Hace falta algo. Todavía impreciso en mi cabeza. Que ahora mismo me funciona. Pero ahora entiendo que es muy fácil. Que soy aún estudiante. Y eso amorfo es sólo la versión para niños del duro tratado del mundo. Una especie de monopoly. Con caritas sonrientes por las calles. Y con cárceles de mentira.

En la vida real, lo realmente preocupante son todas esas cabezas que no hacen más ni menos que yo, por el hambre en el mundo y por el cambio climático. Pero que han olvidado, y de eso no tengo ninguna duda, si les gusta o no su trabajo. Y que coño hacen en esta ciudad. Y no hace falta mirarles las caras. Pero es necesario mirar los pulmones. Las venas. Los huesos.

Y hacerlo luego con el cuerpo propio. Y ahí se está en condiciones de pensar por uno mismo. De expresar el lado más humano, o asombrarse, sin asustarse, del tremendo y común egoísmo. Para entonces querer arreglarlo. O ir tirando con alguna chapuza. Y una vez en este camino el resultado no es lo más importante. Porque cada uno tiene su ritmo. Y si uno lo traiciona, sufre las consecuencias.

Una vez hayamos conseguido esto en todos los seres humanos, no. No haremos un suicidio colectivo. Simplemente, esperaremos a ver lo que pasa.

Lo sé, no todos los que se levantan a las 7 pertenecen a esta raza. Gracias a Dios. Él lo hace posible. La existencia de virutas brillantes entre tanto tornillo oxidado.

Os pido un poco de comprensión. Son las 7 de la mañana. Me voy a la cama, a continuar siguiendo soñando.

Buenos días a todos.

martes, febrero 20, 2007

Algo más (de lo poco) que rascar en la escuela

( untitled four, sigur ros ♪)
( □ barragán □ )





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Sí, señor Ferrán. Claro que recuerdo cuando era pequeño y primero de todo me costaba ver la superficie superior de la mesa.

Y pienso que ahora lo que me cuesta es lo contrario. Precisamente, ver la parte de debajo. Y reconozco que si lo hago es por casualidad, porque se me ha caído algún objeto y me agacho, y ya que estoy en el suelo, y tengo alfombra, me tumbo. Y ya boca arriba se me ocurre, y sólo entonces, que nunca se me había ocurrido mirar la parte de debajo de la mesa. Para encontrar, por ejemplo, alguna inscripción de alguien más inquieto y fantasioso que yo, que esperaba que alguna persona lo leyera, y que escribió algo así como Enhorabuena. Por fin lo has conseguido.

Me emociona también cómo intenté calcular la distancia del pasillo de la casa en la que viví de pequeño, utilizando la memoria. El resultado fueron unos 20 metros mínimo de largo. La anchura unos 2 metros. Y la altura no la supe deducir, pero estaba seguro que mayor de la de mi pasillo actual.

No quiero hablar de la bonita y dura comparación. De la implacable y traidora realidad.

No sólo olvidamos lo que somos capaces de aprender, sino mucho de lo que ya hemos aprendido. Y no hablo de lo estúpido, que lo hay, y mucho; sino de lo que algunos creemos que sirve para algo. Por ejemplo el agacharse, mirar la mesa, comprobar que no hay nada.

Sería un ejercicio genial el hacerlo, precisamente, cada vez que uno ya no se acuerda.

Gracias por estas dos horas a la semana. No sólo por lo que dice. Sino por cómo lo dice también. Por cómo transforma el espacio, sólo con palabras.

Ferrán Lobo es profesor de la optativa Espacio y arquitectura de la Etsab. Martes de 16:30 a 19:00 (descanso de media hora).

jueves, febrero 15, 2007

Paraíso digital, entre otras opciones

(♪ Que no sea Kang, por favor, Los Planetas ♪)
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Pongamos que se hiciera realidad, su pragmático sueño de vidrio y de metal; dos de los materiales más cálidos que son capaces de imaginar.

Imaginemos ese fully air conditioned sound of speed, que ellos han conseguido que fluya. Gracias, como no, a las fórmulas de su mecánica.

Que aceptado el hecho de que no hay recursos para todos, y menos a este ritmo, hemos claudicado. Han impuesto sus ecuaciones de platino, sus látigos mecánicos, su cuadrícula mental.

Que sus potentes ordenadores han resuelto las complejas derivadas eternamente a la deriva con las cuales han podido optimizarlo todo. Incluidos sentimientos. Trazando la asíntota de la muerte neuronal, tendiendo infinitamente a 0.

Y han conseguido un mundo correcto, preciso, funcional, eficiente; pero helado ante todo, donde esto es lo de menos porque los seres vivos que lo habitan carecen de sistema nervioso.

Y ahí está el melancólico mercurio, sintiéndose inútil en la pared, marcando alguna temperatura bajo cero, colgado de una alcayata.

Y un alcohólico narcolépsico tirado en la calle se dice entre dientes que quiere pintar, gritar, y que suban las temperaturas; y está también ansioso de guerras, de hambre, de malos peores tragos. Y repite que todo era antes mejor, cuando ver a alguien llorando en la calle era al menos emocionante. Y cuando los sentimientos más profundos no salían a la superficie sólo en casos excepcionales, fruto de una situación confusa que nadie lograba comprender, y que pronto se olvidaba. Por duro que fuera el tenerse de pie. El vivir apuntalado. El cargar con todo el Peso.

Esto daba la sensación, al menos, de tener algo entre manos. De creer que se hacía algo importante, o si no, algo parecido a necesario. Pero se creía de verdad, y no como ahora, que sólo se reproduce para demostrar que funciona la grabación. Que no falla la maquinaria. Que el invierno está ganando.

Que la antorcha humana, en un bloque de cemento, no tiene nada interesante que decir. Ni tan solo una triste ocurrencia, algo tangible, mesurable en términos industriales. Mercancía apta para disfrazar la belleza, esa de Dostoievsky, llamada a salvar el mundo, que ya se retrasa mucho, algo más de lo justo.

Y mi apoyo aquí con este texto, resultado de una derivada, una optimización, máximos y mínimos. Posiciones radicales. A veces necesarias. La importancia de detectarlo. La impotencia de presentirlo.

Disfrutando, sufriendo, sintiendo como fluye el aire totalmente acondicionado del sonido de la velocidad
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Post motivado por un profesor estancado, y dedicado con cariño a un amigo que deja pasar la luz, pero no la imagen: no todos son como tú, translúcido, por desgracia.

Un abrazo.

martes, febrero 13, 2007

Tinta negra en un papel mojado

Te duele tanto lo que digo que no puedes escucharme. Ni siquiera me oyes ahora mismo. Total. Mente imposible.

Automáticamente te sitúas a cientos de años luz en cuanto me ves aparecer.

Tengo que haber sido muy importante en tí para disparar ese mecanismo en la actualidad. Lo sé. Soy consciente. Esto es lo único que siento, no haberlo detectado a tiempo. Ni a este hecho ni a tí. Aunque sólo hubiera sido con el espacio justo para que no construyeras esta muralla que parece que no nos dejará mirarnos a los ojos nunca más. Y en realidad nunca lo hemos hecho.

Parece que esté triste. A veces. Parece que todo esto me de pena. Que lo considero una lástima. Que me lamento por algo de lo que no tengo la culpa pero que inevitablemente me toca sufrir.

Yo creo que es más cierta la versión que habla de que estoy alegre, de que sonrío, de que bailo porque estoy vivo. Porque tengo la oportunidad de haber entrado en juego. Y continuo aún aquí dentro. Asiento. Recibo. Acepto las reglas. Y lloro porque forma parte de ellas. Porque añade paja a la balanza. O plomo. Y en el fondo me dais igual tú y los problemas que me causas; y ella y los viajes que hemos hecho. Y los momentos increíbles que pasamos entretenidos con una hoja seca o con un trozo de lana.

Creo, sinceramente, que todo eso me da igual. Que sólo lo sufro, lo disfruto, o me resulta indiferente. Y entre esos tres polos se componen todas nuestras vidas. Y ahí está la clave del truco. En que son infinitamente pesadas para un ser humano, todas esas deslumbrantes patrañas, y ninguno de nosotros las quiere ni las puede levantar.
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Esto es lo que pareces no haber comprendido. Imposible comportarse como lo haces en caso de haberlo entendido. Incomprensible dejar que todo se diluya.

lunes, febrero 12, 2007

De vuelta...

Bueno...llevo dos semanas de viaje...

Ya he aterrizado pero aún no he llegado...

Esta semana se reactiva el blog, en vista de las miles y miles de peticiones que desde todo el mundo me han llegado para no dilatar más esta pausa...

Suerte. Como siempre. Es más importante que ser bueno.

¡Un saludo a todos!

sábado, febrero 03, 2007

untitled 1

Es tan gilipollas que se fue a un chinito con pinta de mafioso, en los andenes de la Centrale, entre trenes transalpinos; se acercò y le susurrò al oido: Sé quién eres.
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Era una broma. Sòlo una puta broma. Pero el chinito ademàs de parecerlo era un mafioso.
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El muy cabròn. Con esas botas de cuero, con punta, y el traje color claro. Bigotillo y pelo largo.
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Puto chino. Mi amigo Marco està muerto.
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Aun no lo ha encontrado ningun campesino, pero està degollado, tirado, abandonado, en algun terreno de las afueras. De la misma forma que la broma que quiso hacer, que està ahi, suelta, perdida, creyendo todavia que el chino no le entenderia, y que nos reiriamos un rato. Sòlo yo la reconozco.
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Querria haber escrito desde Londres, pero las cosas no sòlo no son como esperas, sino que tampoco son como esperabas que fueran, cuando aceptaste que fracasabas en cada intento minusvàlido de imaginar propuestas infinitamente pequenyas, que se suceden unas tras otras hasta que llega el momento, el bueno, el tuyo, el de verdad, y lo que entendemos por realidad atropella todo y no deja ningun rastro. Se va peor de como ha venido, porque entiende que ya es algo màs vieja, màs tonta, y màs torpe; y también, finalmente està harta de su propio, lento y eterno devenir.
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Qué manera tan gilipollas de morir verdad?
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Saludos desde Milan.
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