lunes, octubre 30, 2006

Piedra-papel-tijera-pegamento

Es lunes de madrugada, y a las 12:30 tengo que corregir Proyectos. Estoy haciendo una maqueta. El casco antiguo de Lleida es el emplazamiento. El programa: una biblioteca, 3000 m2 de vivienda, 50 aparcamientos para coches y reordenar el espacio público que conecta la parte alta con el eje comercial de la ciudad.
Aquí hay mucha tela que cortar. Aproximadamente el primer tercio lo ocuparán las ideas, las intenciones, primeras maquetas, el embrión del proyecto. Los otros dos se irán en dibujar planos, detalles constructivos, cumplir normativas, autocad, 3dstudio y fotoshop. Por eso mismo me pregunto cual es mi conclusión acerca de esta carrera después de 4 años y medio.
Definición de arquitectura es mejor no creerse ninguna. Normalmente no dicen mentiras, pero hacen aquello de contarte sólo lo que me interesa, o lo que es peor aún, las más inocentes, todo esto que ves. Y esta seguridad en sí mism@s, es la que permite que un arquitect@ vaya de div@. Algo que nunca comprenderé. No tanto el que lo hagan, sino el que alguien se lo proporcione.
La definición más sintética y potente que he encontrado hasta el momento (sólo hasta el momento), es la que da título a un libro que una buena amiga que leerá esto hace 2 años que no me devuelve: Arquitectura, escenario para la vida.
Esta definición da cabida a todo lo que uno se pueda imaginar como arquitectónico. Es una definición que no se moja. Desde el Partenón hasta la estación espacial internacional, desde los rascacielos hasta la caja de cartón de un vagabundo, desde Bofill hasta Pallasmaa. Y a parte de esto, todos los otros rincones del planeta generados por el humano, combinados con todas las concepciones de vida que se nos ocurran.
Si no me da la gana, no leeré un libro de Ben Clark en la vida; o no asistiré nunca a un musical donde participe el londinense Adrián Gas; o nunca me pondré los auriculares para reproducir una melodía del Tercer Espada. Y simplemente no formará parte de mi vida. Pero todo lo que hagáis de aquí a que os muráis, e incluso lo que haréis una vez muertos, sucederá en algún lugar. Todo. Absolutamente todo.
Si alguien tiene algo que rebatir respecto a este tema, por favor, que me escriba un e-mail porque lo considero muy interesante de antemano.
Con esto no quiero decir que la arquitectura esté por encima de cualquier otro arte, sino más bien lo contrario. Está arrinconada por la concepción intrínseca de espacio artificial. No vuela porque tiene una lacra de la que no se despojará hasta que se separe de la construcción en los términos más burdos, técnicos, ingenieriles y capitalistas. Hasta que no se invente una palabra nueva que la defina, y evite malentendidos con la gente que modificaría este párrafo para decir que la arquitectura ha de contener la construcción, la economía, y otras garrapatas similares. Todo esto la convierte en un reptil.
Si no estamos de acuerdo puede que todo vaya bien. Pero para seguir deberíamos coincidir en que hay escritos, músicas o edificios que no se consideran artísticos. (Y molesta pronunciar este adjetivo. Tanto como el sustantivo)
Lo que intento transmitir es que la arquitectura no se enfrenta sólo a bisbales o bucayes (los hay que no se compran la entrada para ver en directo al primero, y a los que los libros de autoayuda del segundo no le echan más que una mano al cuello), sino que esto se alía con la característica esencial de que aquí pilla todo el mundo.
La poesía, ah! la poesía…eso sí es un equipo. Todos locos, todos solos, enamorados o no, todos con el mismo chándal, y de fiesta en un tupperware.
Pero en la arquitectura es diferente. Se dice que es una carrera a caballo entre ingeniería y arte. Y yo digo que eso es mentira. Que es imposible. Que eso es lo que decimos nosotros cuando entramos en la Escuela y no tenemos ni puta idea de la carrera en la que nos hemos metido. Y que cuando la acabamos eso sólo lo siguen pensando los que se han dormido en la mejor parte de la peli, los que pensarán en términos de acero, normativa y productividad.
Ellos tiran para un lado, hacia su cuba, con máquinas potentes y precisas. Embebiendo sus cráneos en hormigón. Tapándose así los oídos.
Los que tomaron café antes de entrar al cine hacen lo que pueden en sentido contrario, sin tiempo ni ganas para pelear, estirando a pulso, con un par de guantes por cabeza, sin ni siquiera poder justificar del todo a sí mismos su posición en la butaca.
A todo esto el caballo está hasta los cojones, y en la última reunión pidió por favor la invención de un nuevo término que resuelva el conflicto.
Nos ha parecido razonable su propuesta.
De esta manera la anciana arquitectura pasaría a tener una definición más concreta, y representaría la imprescindible y honrada o corrupta labor de ingenieros, urbanistas, constructores y alcaldes. Por otro lado la recién nacida podría crecer en un ambiente propicio para desarrollar sus facultades bajo la tutela de sus nuevos padres adoptivos. Aunque ante la duda de quien debería recibir la custodia, lo más justo sería jugarlo a piedra-papel-tijera.
Yo personalmente preferiría quedarme con el nuevo palabro en gestación, y si puede ser antes de que pase como con el arco iris, que se lo agenciaron gays y lesbianas sin avisar y a mí me había gustado de toda la vida.

(De interés para la prensa rosa: el parto tendrá lugar mucho, muuuuucho después de los 9 meses habituales)

2 Comments:

At 30 octubre, 2006 19:10, Anonymous Anónimo said...

El escenario de la vida... ¿Y si uno decidiera estar fuera de la vida? Podría estar libre, icluso, de la arquitectura ...?

 
At 30 octubre, 2006 22:13, Anonymous Anónimo said...

me largo..

 

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