jueves, diciembre 21, 2006

Andarse con ojo

En verdad estos consejos nunca serán capaces de salvarte la vida.

Como mucho, si se da la casualidad de que sirvan de algo en algún caso, tan solo habrán retrasado tu muerte.

Esto no es duro ni blando. Sólo es tangible y pesado.

El chico de veintipocos años que vive delante de mi casa siempre me resulta muy entrañable. Pasea casi todas las noches con su perro, a las tantas de la mañana. Y yo le observo desde mi ventana.

Normalmente come pipas que cuida no caigan al suelo. Las almacena en su mano hasta que llega a la basura de la esquina y allí las deposita.

Parece no tener novia. No parece haber caído. Las noches más cálidas se baja un libro de casa y lo lee media horita mientras el perro pasea por allí sin correa ni bozal.

Es joven y parece eterno. Puede hacer lo que quiera. Sólo tiene que planteárselo. No le hace falta dormir mucho. Le gana tiempo a la vida.

Yo personalmente me paro y me giro hasta que el coche que venía por mis espaldas me ha adelantado, si voy por una calle estrecha y poco transitada.

Los días de viento intento ir por el medio de la calle. Evito rozar fachadas de las que me pueda caer una maceta en la cabeza.

Intento no subirme en una de esas tumbas con ruedas y forma de moto.

En el avión me gusta sentarme detrás. No para salvarme (dicen que en caso de accidente da lo mismo delante que detrás…), sino para al menos ver como muero.

En el autobús procuro sentarme mirando hacia delante para no partirme el cuello e intento no ponerme en la trayectoria de las barras en caso de un poco probable frenazo.

Ojo con las grúas de las obras. Los suelos resbaladizos. El agua y los enchufes.

¿Los deportes de riesgo? Por supuesto. Hay que probarlo todo. Practica mente todo. Pero no te la juegues demasiado. Miles de paracaidistas deben de tirarse cada año desde aviones alrededor del mundo. Y nosotros no nos enteramos. Sólo no llega la noticia de aquel al que no le funcionó el paracaídas de emergencia.

Todo esto puede parecer exagerado, pero no es triste ni atroz, como el dato aquel que nunca se supo del accidente tonto en el que al chico de veintipocos años le cayó una maceta en la cabeza y le partió la crisma. Quedó tendido en el suelo hasta que vino la ambulancia, que hizo lo posible por reannimarle.

En esos minutos de agonía el chico pasó frío. No un frío metafísico, la luz, la muerte…
Sino frío, directamente. El que sentimos tú y yo cuando nos olvidamos la chaqueta. El suelo estaba helado. Finales de otoño.

Es jodido morir así. Sin estar haciendo nada en especial. Andando por una calle sin haberte lavado los dientes, camino de la ferretería.

El sol no seguirá dándonos en la cara por mucho tiempo más.

No me gusta mucho el post de hoy. Estoy desconcentrado por algo que no entiendo.

Suerte.

2 Comments:

At 21 diciembre, 2006 15:43, Blogger Camilo de Ory said...

Las tías (the chicks). A ti lo que te descentra son las tías (the chicks).

Lo hacen a propósitos: las preparan para ello en campos de entrenamiento afgano.

 
At 22 diciembre, 2006 01:22, Anonymous Anónimo said...

Por suerte Gsus no está descentrado por las tias. Tengo la fortuna de conocerle y he notado en sus palabras de hoy una tristeza que no proviene de las mujeres, sino de algo mucho más profundo, aunque no sé exactamente el qué. Espero encontrarlo alguna vez para preguntarle si de verdad estaba tan sólo algo descentrado, o jodido de verdad.

 

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