miércoles, diciembre 13, 2006

Juan Palomo y la unión de la fuerza

(♪ the hunger, the distillers ♪)
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Imagina que eres una paloma y que estás en una ciudad asiática. La que sea. Enorme. Solo. Y andas por la calle con un pedazo de pan bajo el ala. Lo único que tienes hoy para comer.

Llevas semanas así, recogiendo comida de las basuras que hay frente a los restaurantes de comida rápida que se anuncian con neones a lo largo de estrechas calles mojadas. Y siempre es de noche.

Llegas a una zona menos transitada, y empiezas a pensar que allí estaría bien comerse la hogacilla de pan. La sacas del bolsillo. Desenvuelves el papel de plata que la rodea. Y una humano se posa frente a ti.

Incluso te planteas darle un pequeño trozo, pero lo olvidas enseguida. Si tú pudieras volar no andarías por ahí rastreando, cabeceando, pidiendo todo el día.

Los ángeles me han dado siempre un miedo terrible, superan lo irracional que hay en mí.

En unos minutos descienden de las cubiertas dos o tres humanos más. Rondan por allí. Baten sus alas carnosas con fuerza. Percibes como contraen y relajan sus tendones, de manera que ahora están aquí y en dos segundos encima de aquel coche. A menudo parecen más grandes que tú.

Y todo cambia de repente. La primera vuela hacia ti a gran velocidad y se incrusta en tu cuello. Aletea para volver a quedar libre, pues se excedió en su arremetida y ni tú estirándola con las dos manos consigues sacarla de tu garganta. La hogaza ha caído al suelo y tú la has pisado para mantenerla en tu posesión, pero una segunda picotea con fuerza las puntas de tus dedos desnudos del pie. Claramente quieren quitártela, piensas. Una tercera kamikaze se estampa contra tu pecho. Venía embistiendo de lejos. Se parte el cuello en el intento. No has oído el crujido. Ahora son dos que comienzan a morder tus orejas y tus pestañas. La primera sigue aleteando. Parece ir quedando libre con el desgarro de tus cuerdas vocales, que era donde se había enganchado. Te tiras al suelo boca arriba, de modo que has podido aplastar a la segunda, pero la cuarta y la quinta no se dan por vencidas. Notas la sangre de tu segunda víctima empapando tu espalda. Ahora te giras para que al menos no te coman los ojos. Pasan a arrancarte el pelo no dos, sino otras tres más.

La unión hace la fuerza. Excepto en los casos en los que la inconsciencia de la propia masa gana la partida. Y en aquellos otros en los que es directamente imposible. En los mismos en los que no hay nada que hacer. En los que es mejor guisárselo uno mismo.

3 Comments:

At 13 diciembre, 2006 10:06, Anonymous Anónimo said...

¿Esto es porque siempre te llamaban palomo cojo en el colegio? Si la unión hace la fuerza... ¿hace la fuerza la unión? Un abrazo desde Salamanca, fría, que enhechiza la voluntad de volver a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado.

 
At 13 diciembre, 2006 10:51, Blogger . said...

mira...prefiero no hablar del chico que comía corazones de paloma por 25 pesetas, si no recuerdo mal...
:D
un abrazo desde barcelona, la ciudad donde siempre es domingo.

 
At 13 diciembre, 2006 22:04, Anonymous Anónimo said...

¿domingo?

 

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