jueves, enero 11, 2007

Sónico musical ruidosO

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(Escribiendo esto me he dado cuenta del sentido del logotipo de apple, y de nuevo he pensado Qué hijos de puta! Qué tonto soy...¿Cómo no se me ha ocurrido antes? Y me río con la boca llena de manzana…)
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Es genial, no se puede negar, poder llevar 4000 canciones en tu bolsillo. Soy uno de esos seres que llevan siempre la música encima. Tengo un iPod.

Estos capitalistas resultan más irónicos que los de siempre, convencidos primero por y luego de su mercancía. Comprados por sus propios anuncios.

Reconozco que no sabría proponer un sistema económico mejor con el cual ofrecer teléfonos móviles a 0 €. Ni vuelos a 99 céntimos. Y eso es lo que importa. Da igual lo que hagamos con ellos. Todo es bueno. Todo vale. Todas las opiniones son respetables. Eso nos ha llevado a donde estamos. Yo mismo he puesto mi granito de arena. Mordí la manzana.

En esta sociedad del bienestar (que no del placer) se pueden permitir el lujo de bombardearnos con productos de segunda, tercera, o cuarta necesidad. Ya no hace falta coaccionar al cliente con su techo, con su lecho, con su comida... ganándote así su desconfianza. Ahora contraatacan por la senda del ocio, del entretenimiento, creyendo muchos de ellos que la música es sólo eso. Al igual que la mayoría de compradores, productores o compositores. Eso es lo que hemos de aprovechar nosotros.

Tengo que hacer el apunte optimista de que esto mueve la rueda. Los hámsters vivos, ligeros, siguen andando y andando sin moverse del sitio, creyendo que avanzan, quemando el oxígeno, pendientes del eje, autistas en Auschwitz.

Todo tu ínfimo conocimiento musical, condenado para siempre a lo que otros te dejen escuchar, en una cajita de diseño (todas las cajitas son de diseño).

A mi me gusta utilizarla como acompañamiento a los diversos momentos del día, del mes, de mi estado de ánimo, de mi evolución personal, de mi vida. Promover, más aún, la realidad virtual. Sacar conclusiones de ella. Usar la música como droga. Ponernos a prueba a todos. Decepcionarme a mí mismo de vez en cuando y apuntarlo en una libreta. Olvidarme al minuto. Justo en el estribillo. Recordarlo luego en casa.

Como dicen los concursantes de gran hermano: Dentro todo se magnifica. Y con la música pasa lo mismo. Que todo parece más grande, lo bueno y lo malo.

Por eso hay que ir con cuidado y saber discernir cuándo hay que bajar o subir el volumen, cuándo se merece o no tu entorno que el sonido penetre en tus oídos,

y entender que muchas veces no está mal quitarse los auriculares y simple y llanamente, que no es poco, escuchar el sonido de la vida. De los coches. De las máquinas de fondo. De las máquinas de frente. El crujir de la bolsa de la compra. Los zapatos. Los tacones. Los tosidos. El ruido de esa moto que siempre es la misma. El rumor que nunca calla. La música del devenir.

Esto no lo sabe el gastado y quemado señor mayor que te mira en el bus, con aires de desprecio, pensando por dentro que con esos auriculares no llegarás a nada, que no tienes ni idea de lo que es la buena música y que es una ruina improductiva, esta puta juventud.