viernes, marzo 09, 2007

De presión

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¿Cuántas rectas existen

perpendiculares a otra recta R

que pasen por un punto P externo a R ?



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Llegado a este punto sabes que hay algún truco. Y que si bajas encontrarás la respuesta. Pero quieres resolverlo por ti mismo. Y no puedes.

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Una no es la respuesta. Eso es infinitamente incorrecto. Pero solemos darlo por bueno. Solemos aceptar pulpo como animal de compañía.

La verdad es que podemos estar hablando de una recta negra, o de una azul, o roja, o color pistacho…

¿No te has sentido solo tras esta respuesta? A mi me pone los pelos de punta. Cuántos factores se nos escapan cada vez…los mismos que nos hacen pensar que algo, cualquier cosa, esta concluido.

Te diría que no lo des todo. Que es lo que sueles hacer. Que no lo digas todo. Que no lo pidas todo. Que no lo confieses todo. Que no te entregues hasta el fondo. Que no luches del todo hasta el final. Que no aprietes la tuerca al máximo, ni el tapón de la botella de Cacaolat. Porque salta. Y esto no es una justificación, pero bueno.

Lo único que te mantiene expectante, ilusionado, esperanzado, creyendo que ya hablaremos mañana y que dale tiempo al tiempo, es que no consigues la mayor parte de lo que te propones. Y estoy hablando de las cosas grandes de la vida. Una vez por imposibles, quizá sólo para ti; pero otras porque los planes son de un plazo tan largo que cuando te llega ya son otra cosa. Como acabar la carrera. Como querer hacerse mayor. Como querer volver a ser joven. Aunque en las pequeñas, que suelen darse en periodos más cortos, sucede el simulacro. El vacío que representa el querer algo y conseguirlo. Quizá no de manera instantánea, mientras burbujea el champán. Y en ningún caso cuando esas ya sean tus ambiciones reales, finales. Pero sí cuando aprendiste a nadar. Una vez te volviste anfibio. Llámale involución si quieres.


Recuerdo perfectamente cómo he abandonado cosas por reconocer que eso no es para mí. Tantas como las que he dejado de lado al conseguirlas. O poco después.

Recuerdo cómo pensaba en lo caras que estaban las golosinas últimamente. En que ya casi no quedan sitios de aquellos en que las venden por unidad, no por peso. Y un día fui a comprar al Lidl y ya está: 3 euros por un kilo. Se acabó. Hago mezclas con limón y fresa, a ver si sabe a naranja. Me las como de tres en tres mientras escribo esto.

Y recuerdo alguna de esas cosas que no se van de inmediato. Sino como vinieron. Poco a poco. ¿Así llegan muchas cosas no? Los grupos de música por ejemplo. Me refiero a los que te gustan y a los que no. Pero me estoy acordando concretamente de cómo me empeñe en que tenía que haber una vela, ligeramente teñida de rojo, en una esquinita de mi casa. Acompañándome toda la noche. Y la busqué. Y la puse. Y me ha hecho compañía largas noches de entrega. Algunos ratos más distendidos. Momentos de esos únicos, contigo solo, con alguna canción, mirándola allí arriba. Reconociendo que está genial en ese sitio. Pero ya está. Ya no la enciendo. No cumpliría su función.

Esto son dos ejemplos de mis más grandes triunfos. Y ya no están aquí.

Los seres que tienen muy claras las cosas, que saben cómo quieren rellenar su vida, los que van a por algo, lo consiguen y lo disfrutan eternamente, es probable que no estén leyendo esto. Y en ese caso se deben de estar aburriendo mucho. O pensando que soy triste, o depresivo, o locuras por el estilo. Y me gustaría saber cómo me imaginan los que no me conocen, a juzgar por las cosas que digo.

El sentido que le encuentro a las cosas está por encima de mis tontas y pobres sensaciones (que por otro lado algunos dicen que son la cosa más grande del mundo), y además está vacío. Porque no hablo de sentidos temporales, caprichosos, románticos, ingenuos ni egoístas.

Pero llegados a este punto siempre me pasa lo mismo. Digo olvídate de esto y hago yo en parte algo parecido. Realmente no tengo nada atractivo para convencerte. Ni siquiera una parte de mi cabeza lo consigue hacer con la otra. Pero eso no me quita la razón. Lo único de lo que estoy realmente convencido. Mi Dios. Mi credo. Que dice, como tantos otros dioses, que puede con el vuestro. Que lo aplasta de un plumazo. Y que acepta, en ocasiones, los cambios de chaqueta. Esa es su mejor virtud. Con eso os derrota a la mayoría.

Por eso te digo, porque te quiero, que no lo des todo. Que es lo que sueles hacer. Que no lo digas todo. Que no lo pidas todo. Que no lo confieses todo. Que no te entregues hasta el fondo. Que no luches del todo hasta el final. Que no aprietes la tuerca al máximo, ni el tapón de la botella de plástico del Cacaolat. Porque salta.

Y aunque acabemos haciendo todos lo mismo, aunque aceptemos todo el zoológico como animal de compañía, no se si tú también estás pensado por dentro en mirarme a la cara. En cerrar los ojos un poco y retarme a apretar para siempre la tuerca, hasta destrozarme la muñeca. En decirme de la misma manera que lo hacías cuando eras pequeño: ¿A ver si tienes cojones? ¡Con todas tus ganas!

Y ya veremos lo que queda en pie, señoras y señores, después de la publicidad.
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( ♪ beautiful, smashing pumpkins ♪ )

1 Comments:

At 14 marzo, 2007 01:47, Anonymous Anónimo said...

Es cierto, yo dije una... en su dia...
Ahora digo ninguna, pq la recta R se fue de picos pardos con el punto P, y la recta K se quedo en ese abismo lleno de nada.
Ocurre luego q te transformas en esa linea K dis-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------continua.

 

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