martes, marzo 06, 2007

Justicia no es la palabra



Justicia: Virtud que nos hace dar a cada uno lo que le pertenece


Érase una vez unos acusados por acción terrorista que en vez de defenderse en el juicio pedían a gritos su implicación en temas relacionados con la venta de hachís, el robo de dinamita y el tráfico de armas, órganos y dvds.

Tales eran sus aspiraciones. El sueño de cualquiera. Lo que un padre decente querría para su hijo.

Uno de los acusados sugirió el utilizar su propia máquina del tiempo para volver al pasado y desactivar las bombas justo antes de la masacre. Pero obviamente su propuesta fue rebatida por la fiscalía alegando, y cito textualmente, alteraciones demasiado importantes en la estructura espacio-temporal. Lo cual era previsible. A nadie se le ocurren estas cosas hoy en día.

El juez acepto este recurso y no cedió ante el chantaje. No se dejó camelar. Los declaró culpables a todos. Impuso la lógica y la justicia.

Chapuzas y propuestas absurdas a aparte, les condenó a buscar hasta la última de las 191 almas liberadas en Atocha. A fabricar posteriormente otras tantas vidas idénticas a las originales, en las que los familiares no hubieran sufrido absolutamente nada. Y a construir con sus propias manos 191 cuerpos iguales o mejores que además debían de formar libres de toda enfermedad genética que fuera a detectarse en los 75 años siguientes al atentado, como medida especial de compensación.

Era de especial importancia que no quedara cicatriz de las heridas necesarias en el cráneo para insertar las vidas y almas respectivas, de manera que los ex-fallecidos nunca llegaran a sospechar nada.

Gracias a Dios, esta vez se hizo justicia en el Cielo.

Y gracias al Diablo, su homólogo en el Infierno, aquí abajo en la Tierra no está pasando lo mismo.

No hay materia prima para construir vidas hechas. Ni sabemos fabricar cuerpos humanos. Ni podemos cazar almas liberadas, y guardarlas en un bote. Y en caso de que pudiéramos, seguramente no sabríamos cómo mezclarlo todo, cómo atarlo y coserlo en una pieza, de manera que funcionara.

Es el de Madrid un juicio tristemente fracasado desde el prinicipio por definición.