jueves, febrero 15, 2007

Paraíso digital, entre otras opciones

(♪ Que no sea Kang, por favor, Los Planetas ♪)
.
.
.
Pongamos que se hiciera realidad, su pragmático sueño de vidrio y de metal; dos de los materiales más cálidos que son capaces de imaginar.

Imaginemos ese fully air conditioned sound of speed, que ellos han conseguido que fluya. Gracias, como no, a las fórmulas de su mecánica.

Que aceptado el hecho de que no hay recursos para todos, y menos a este ritmo, hemos claudicado. Han impuesto sus ecuaciones de platino, sus látigos mecánicos, su cuadrícula mental.

Que sus potentes ordenadores han resuelto las complejas derivadas eternamente a la deriva con las cuales han podido optimizarlo todo. Incluidos sentimientos. Trazando la asíntota de la muerte neuronal, tendiendo infinitamente a 0.

Y han conseguido un mundo correcto, preciso, funcional, eficiente; pero helado ante todo, donde esto es lo de menos porque los seres vivos que lo habitan carecen de sistema nervioso.

Y ahí está el melancólico mercurio, sintiéndose inútil en la pared, marcando alguna temperatura bajo cero, colgado de una alcayata.

Y un alcohólico narcolépsico tirado en la calle se dice entre dientes que quiere pintar, gritar, y que suban las temperaturas; y está también ansioso de guerras, de hambre, de malos peores tragos. Y repite que todo era antes mejor, cuando ver a alguien llorando en la calle era al menos emocionante. Y cuando los sentimientos más profundos no salían a la superficie sólo en casos excepcionales, fruto de una situación confusa que nadie lograba comprender, y que pronto se olvidaba. Por duro que fuera el tenerse de pie. El vivir apuntalado. El cargar con todo el Peso.

Esto daba la sensación, al menos, de tener algo entre manos. De creer que se hacía algo importante, o si no, algo parecido a necesario. Pero se creía de verdad, y no como ahora, que sólo se reproduce para demostrar que funciona la grabación. Que no falla la maquinaria. Que el invierno está ganando.

Que la antorcha humana, en un bloque de cemento, no tiene nada interesante que decir. Ni tan solo una triste ocurrencia, algo tangible, mesurable en términos industriales. Mercancía apta para disfrazar la belleza, esa de Dostoievsky, llamada a salvar el mundo, que ya se retrasa mucho, algo más de lo justo.

Y mi apoyo aquí con este texto, resultado de una derivada, una optimización, máximos y mínimos. Posiciones radicales. A veces necesarias. La importancia de detectarlo. La impotencia de presentirlo.

Disfrutando, sufriendo, sintiendo como fluye el aire totalmente acondicionado del sonido de la velocidad
.
Post motivado por un profesor estancado, y dedicado con cariño a un amigo que deja pasar la luz, pero no la imagen: no todos son como tú, translúcido, por desgracia.

Un abrazo.